Dos ideas

Nadie podía suponer -hace nada- que los españoles acabaríamos sabiendo algo de Economía, esa ciencia -que no es ciencia, como tampoco la Teología, a la que se parece por el lado de la especulación ficticia- que se basa, por el contrario y en el fondo, en las Matemáticas, que sí es una ciencia mientras no se demuestre -la demostración es la clave de la ciencia- lo contrario.

No es que sepamos, de repente, de Economía, pero -avatares de la horrible crisis-, nos hemos puesto al día en un par de ideas básicas, acertadas o no, lo cual se considera más que suficiente para saber de algo (aunque, en realidad, no se tenga ni zorra idea).

Los españoles sabíamos hasta ahora, de aquella manera, de cómo arreglar la Política toda del país, el tráfico de la ciudad, el problema de nuestro equipo de fútbol favorito y, por supuesto, de la Selección Española, el fin de la delincuencia y del terrorismo y otras cosas de variable enjundia, pero sobre las que teníamos una opinión acérrima y contundente, como dicta nuestra genética. Ahora, de Economía, ni flowers.

Pues ya sabemos algo de Economía, algo que es suficiente -aunque sea notoriamente insuficiente- para opinar y perorar. Todos los informativos de radio y televisión, todos los periódicos, todas las tertulias y los columnistas hablan de Economía hasta el agobio -no hay forma de escapar-, pero con tan ingente e invasivo material ya nos hemos hecho una idea. Una idea, no. Una ideología que, casualmente, coincide, más o menos, con la que teníamos previamente cuando nada sabíamos de Economía.

Como siempre, es una idea simple. Como siempre, es una idea radicalmente opuesta a otra idea. Dos ideas, enfrentadas a muerte. Lo propio de España. Unos creen -creer es gratis- que hay que reducir el gasto, el déficit, la deuda y en este plan. ¡Si lo sabrán ellos! Y otros creen que se necesitan estímulos, incentivos, apoyos a la iniciativa que liberen la inversión y el consumo.

Ya está. Ya tenemos el blanco y el negro, las dos ideas opuestas que nos permiten tomar partido -y jugar en la partida- desde posiciones que excluyen la posición del contrario. Ya tenemos la idea suficiente, cada uno, para discutir con el opuesto. Sabiendo o sin saber. A ojo. Por intuición. También por superstición, por afinidad y empatía con aquel que proclama una idea u otra, el ajuste (el PP) y el estímulo (el PSOE). Las dos banderas ya se han perfilado. Nos ha llevado un tiempito, pero ya tenemos las dos trincheras, las dos pancartas.

Se observa, creo, que los partidarios del estímulo -sea subvención o gasto público- ven también la necesidad de recortar, siempre que no se malogre el Estado del Bienestar. Con medida. Pero me parece a mí que los partidarios del ajuste están un poco moscas con la idea de que el Estado cierre el grifo de la inversión y aumente los impuestos. Estos tienen más cara de póquer que los otros, están perplejos a la espera de ver venir. Pero, a lo que iba, ya hablamos los españoles de Economía, con ese par de ideas, como veníamos hablando de cualquier otra cosa. Tan ricamente.